Los cristianos estamos unidos no solo por nuestro compromiso con Jesucristo, sino también por nuestro compromiso con la iglesia de Jesucristo. Necesitamos tener la perspectiva de la iglesia que Jesús mismo tenia, y redescubrir la visión de una iglesia viva, renovada por el Espíritu Santo, tal como lo fue en sus primeros tiempos. El propósito de Dios no es salvar a individuos y perpetuar su aislamiento. Dios se propuso edificar la iglesia, una comunidad nueva y redimida. La planeó en la eternidad pasada, la está llevando a cabo en el proceso histórico del presente, y será perfeccionada en la eternidad por venir.
Un punto importante es comprender que no somos pequeñas tribus o clanes de cristianos, somos el cuerpo de Cristo; Jesús oro para que seamos uno, como él es uno con el Padre, y que la gloria del Dios Padre que le fue entregada a él, nos la ha entregado a nosotros para que seamos uno, que seamos perfectos en unidad y que sea manifiesto el amor de Dios en nosotros. (S.Juan 17, Jesús ora por sus discípulos)
Si la gloria de Dios se manifiesta sobre nuestras vidas, es que andamos conforme al Espíritu y no conforme a las obras de la carne, muchas de estas son la que impiden la unidad del cuerpo de Cristo: Enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, etc.
Muchos hoy en día se encuentran dentro de la membresía de la iglesia, profesando conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra,; es evidente que el Espíritu Santo no puede manifestarse en personas así.
Permitamos que el Espíritu Santo tome control de nuestra vidas; dejemos de mirar lo que hacen nuestro hermanos, nuestro pastores o nuestros consiervos, pongamos la, mirada solo en Jesús y tengamos todos un mismo sentir: Que el evangelio de reino sea predicado para salvación de las almas. Que la gracia y el amor de nuestro Señor Jesucristo sea sobre nuestra vidas y que perfeccionemos nuestra santidad día a día en el temor de Jehová para así poder conocer su voluntad en nuestras vidas.
Un punto importante es comprender que no somos pequeñas tribus o clanes de cristianos, somos el cuerpo de Cristo; Jesús oro para que seamos uno, como él es uno con el Padre, y que la gloria del Dios Padre que le fue entregada a él, nos la ha entregado a nosotros para que seamos uno, que seamos perfectos en unidad y que sea manifiesto el amor de Dios en nosotros. (S.Juan 17, Jesús ora por sus discípulos)
Si la gloria de Dios se manifiesta sobre nuestras vidas, es que andamos conforme al Espíritu y no conforme a las obras de la carne, muchas de estas son la que impiden la unidad del cuerpo de Cristo: Enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, etc.
Muchos hoy en día se encuentran dentro de la membresía de la iglesia, profesando conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra,; es evidente que el Espíritu Santo no puede manifestarse en personas así.
Permitamos que el Espíritu Santo tome control de nuestra vidas; dejemos de mirar lo que hacen nuestro hermanos, nuestro pastores o nuestros consiervos, pongamos la, mirada solo en Jesús y tengamos todos un mismo sentir: Que el evangelio de reino sea predicado para salvación de las almas. Que la gracia y el amor de nuestro Señor Jesucristo sea sobre nuestra vidas y que perfeccionemos nuestra santidad día a día en el temor de Jehová para así poder conocer su voluntad en nuestras vidas.